jueves, 14 de octubre de 2010

La escuela en los procesos de alfabetización

Tolchinsky, L. & Simó, R. (2001). La escuela en los procesos de alfabetización. En Escribir y leer a través del currículum. Barcelona: Universidad de Barcelona.
La idea principal de este texto es ilustrar como la escuela puede funcionar también como una institución desalfabetizadora, si es que no es capaz de integrar ciertas ideas y procesos.
Las autoras definen alfabetización como “la participación activa en la cultura escrita, para ser parte de ella, para disfrutarla y para acrecentarla” (Tolchinsky & Simó, 2001, pp159). Esto resume bastante bien el espíritu general del texto, entendiendo la escuela como un agente alfabetizador importantísimo, pero que puede tener ciertos problemas. Estos problemas podrían llevar a la escuela a convertirse en todo lo contrario, un agente desalfabetizador. Para las autoras, las diferentes causas que pueden llevar a una escuela a funcionar como un agente desalfabetizador serían tres:
1.- No participar activamente en las formas de comunicación digital.
“La escuela no es el único agente alfabetizador” (Tolchinsky & Simó, 2001, pp159). Nuestro entorno social cambia muy rápido en estos días, y principalmente se debe al vertiginoso avance que representa la tecnología y la ciencia, y por ende la globalización: Saber leer en Facebook es saber leer a través de redes de conexión mundial. La escuela por lo tanto debe sumarse a esta oleada de tecnología y globalización, entendiendo que estas herramientas son fundamentales en la vida contemporánea: “No incorporarse significaría ir desapareciendo gradualmente como agente alfabetizador y el problema de esta desaparición es para quienes dependen solamente de la escuela para alfabetizarse” (Tolchinsky & Simó, 2001, pp160). En pocas palabras, algunas personas dependen casi exclusivamente de la escuela para alfabetizarse, por lo tanto que la escuela no les entregue una alfabetización correcta en torno a la comunicación digital se convertirá a futuro en un verdadero problema para aquellas personas.
2.- No comprometerse con la revolución cultural que implica la escritura.
La escritura es una forma específica de representar la realidad, que por supuesto implica nuevas tareas y capacidades cognitivas a quien la utiliza. Desde el mono que empleó por primera vez un hueso como arma, o el que intentó refrescar la memoria de su par mediante mímicas o la aparición del lenguaje: cada herramienta o método nuevo supone un crecimiento o un avance en términos cognitivos. Siempre de forma exponencial, impulsado no por la herramienta o el pensamiento por sí solos, sino solamente en conjunto producen un avance para quién lo utiliza.
La escritura no sería nada más que otra herramienta al servicio del hombre, pero claro está, una de las más importantes y revolucionarias: “Cumple un papel crítico en el desarrollo de actividades-meta, metalingüísticas, metacognitivas. Lo que comenzó históricamente como un instrumento pragmático, para contabilizar ganado (es así como nace la escritura entre los Sumerios), se transforma con el tiempo, con el uso, en uno de los más poderosos instrumentos epistémicos.” (Tolchinsky & Simó, 2001, pp162) y como mencionan las autoras “Un instrumento que afecta la manera de pensar y, por lo tanto, la manera de conocer” (Tolchinsky & Simó, 2001, pp162). Esta última cita resume la idea que los profesores en la escuela deberían tener detrás de cada actividad, o cada uso al que se asigne la escritura. No entender la fuerza de la escritura sería casi tan absurdo como intentar volver al cincel romano para escribir en tablas, debido a que no entendemos el lápiz pasta. Este ejemplo puede parecer algo burdo, pero incluso así no alcanza las dimensiones del error de no considerar la escritura como lo hacen las autoras.
3.- Considerar la escritura una técnica visomotora, haciendo un uso banal de la misma.
Este último punto puede fácilmente desprenderse del anterior: no entender la revolución cultural que representa la escritura deviene por lo general en prácticas escolares como las expuestas en el texto, y es que la idea general del texto es mejorar la enseñanza, añadiéndole nuevos matices: “En la medida en que cada uno de los que participamos en los procesos alfabetizadores seamos consientes del tipo de revolución cultural en la que estamos inmersos, habrá otro nivel de compromiso y de emoción en la enseñanza” (Tolchinsky & Simó, 2001, pp164). Sin lo antes mencionado llegamos a lo que llaman las autoras la banalización de la escritura, esto es, un uso indiscriminado y poco reflexionado de la misma, donde se transforma en un castigo el leer y escribir. “En contra del uso indiscriminado, y por lo tanto banalizador, sugerimos un uso selectivo y motivado” (Tolchinsky & Simó, 2001, pp164)
è “Desalfabetizar” a alguien no es tarea fácil. Ya que como las mismas autoras señalan, los instrumentos, cualquiera sea, afectan la manera de pensar y conocer. Por lo tanto, aunque se los utilice muy mal, seguirán aportando algo al usuario. Parece entonces que más que desalfabetizar, lo que se busca combatir son alfabetizaciones mal enfocadas o desiguales. Aún así el uso indiscriminado de la escritura puede llevar a una aversión lógica de los estudiantes hacia ella. Por ende, los profesores (en realidad todos los involucrados en la enseñanza) deben tener conciencia de qué están utilizando como herramienta alfabetizadora, cómo la utilizan, y por qué.

No hay comentarios:

Publicar un comentario