Carlino, Paula. 2002 Alfabetización académica: Un cambio necesario, algunas alternativas posibles. Comunicación libre en el tercer encuentro la universidad como objeto de investigación, depto. de sociología, Universidad Nacional de la Plata, Ocutbre 2002. Educere, Investigación, año 6, N°20, Enero-Febrero-Marzo, 2003
El texto comienza por definir de manera acotada y precisa la alfabetización académica: “Señala el conjunto de nociones y estrategias necesarias para participar en la cultura discursiva de las disciplinas así como en las actividades de producción y análisis de textos requeridas para aprender en la universidad” (Carlino, 2002, p410). Se señala además que existen diferentes tipos de alfabetización, correspondientes cada una a su disciplina particular, por ejemplo. Aún así, la alfabetización académica ocurre principalmente en la universidad, lo cual plantea otro problema: La idea preconcebida que tienen los profesores de que la alfabetización académica depende de la escuela y que ya en la universidad debiera ser un tema superado: “Cuestiona la idea de que aprender a producir e interpretar lenguaje escrito es un asunto concluido al ingresar en la educación superior” (Carlino, 2002, p 410), más bien lo plantea como un proceso: “la diversidad de temas, clases de textos, propósitos, destinatarios, reflexión implicada y contextos en los que se lee y escribe plantean siempre a quien se inicia en ellos nuevos desafíos y exigen continuar aprendiendo a leer y a escribir” (Carlino, 2002, p410).
Entonces, los estudios que esta autora cita comprueban que:
1.- La alfabetización académica es un proceso y no un estado.
2.- La alfabetización académica se aprende “desde dentro” de cada disciplina y no es una herramienta aplicable a cualquier otra: “las exigencias discursivas en la universidad son indisociables de cada campo de estudios” (Carlino, 2002, p411)
Además, según la autora, la escritura contiene un importante potencial cognitivo: “La escritura alberga un potencial epistémico, es decir, no resulta sólo un medio de registro o comunicación sino que puede devenir un instrumento para desarrollar, revisar y transformar el propio saber” (Carlino, 2002, p411). Aún así, esta idea mal comprendida puede llevar a gruesos errores, ya que este valor epistémico es posible solo enmarcado dentro de ciertos aspectos: “ el poder cognitivo de la composición no llega a actualizarse en todos los casos: escribir no es un procedimiento que incida de forma automática sobre el aprendizaje. (…)el que redacta precisa estar enmarcado en un contexto que le lleve a coordinar sus nociones previas con ciertas exigencias retóricas.” (Carlino, 2002, p411) y también que “la clave de la potencialidad epistémica del proceso de composición reside en escribir logrando poner en relación el conocimiento del tema sobre el que se redacta con el conocimiento de las coordenadas situacionales que condicionan la redacción (destinatario y propósito de la escritura)” (Carlino, 2002, p411).
Volvemos indudablemente a conceptos tratados en entradas anteriores: Por un lado la autora reconoce como fundamental una cognición situada (ver entradas de Gee o Barton & Hamilton) y en segundo lugar, siguiendo a Bajtín (ver entrada sobre Bajtín), menciona la importancia del dialogismo en el potencial epistémico, teniendo en cuenta una esfera discursiva, el concepto de enunciado y por lo tanto los actores del diálogo, el escritor y los lectores potenciales.
En este punto me parece que para borrar las limitaciones con que escriben los estudiantes (ausencia del rol del lector en la escritura), el uso de nuevas tecnologías de difusión masiva podrían hacer la diferencia. Alentar a los alumnos a crear un blog o publicar en Twitter podría tapar este hoyo de la escritura académica.
Este “apoyo tecnológico” podría también solucionar otro problema que apunta Carlino en su texto, La falta de retroalimentación en la escritura: “Utilizan la escritura en situaciones de evaluación de lo ya aprendido pero no retroalimentan lo escrito para seguir aprendiendo” (Carlino, 2002, p412). Digo esto, porque incluso la retroalimentación obvia que permite la publicación en internet podría venir de parte de otros compañeros y docentes, y no solo desde el profesor titular, además de integrar la idea de “publicar” en los alumnos.
Para refrendar todas estas ideas, la autora cita como ejemplos diferentes universidad de Australia, Canadá y Estados Unidos. En ellas la alfabetización académica se vio como un problema real y por lo tanto se decidió darle la importancia que merece: “Se partió de la idea de que el objetivo de cada asignatura no consiste en promover la acumulación del conocimiento sino su comprensión y elaboración crítica, y que los profesores no pueden desligarse de que esto efectivamente ocurra” (Carlino, 2002, p413).
Para esto se implementaron diferentes programas en las distintas universidades, siempre teniendo en cuenta la especificidad de cada alfabetización para con su materia, pero internalizando a los profesores en esta mirada sobre la alfabetización académica. Crearon instancias dentro de la universidad donde algunos cursos específicos tomaron un nuevo rol llamado “materias de escritura intensiva”, para que utilizaran parte de su tiempo en la alfabetización de sus contenidos específicos. También crearon “tutores de escritura” y “compañeros de escritura en las materias”.
Por último, cabe reflexionar que a pesar de que el texto de Carlino y sus ideas estén fundamentalmente orientadas hacia la educación superior, es necesario un cambio de mentalidad más profundo, y que estas ideas influyan también en las escuelas, por ejemplo, mediante la aplicación de la gramática a campos más específicos del discurso. Dejar de lado “frases hechas” para enseñar la gramática, e implementarla a esferas discursivas más acotadas, preparando a los alumnos para la alfabetización que recibirán en la universidad (y pensando también en los que no tendrán la oportunidad de asistir)